viernes, 18 de septiembre de 2009

CIUDADES RURALES

CIUDADES RURALES.

¿Se puede lograr en el campo un nivel de vida similar al de la ciudad? ¿Que los niños campesinos tengan escuela, con computación y métodos pedagógicos modernos? ¿Que las mujeres tengan oportunidades de trabajo y de abasto? ¿Que las familias cuenten con la mejor clínica? ¿Que todos tengan vivienda digna?

Esa es la propuesta del proyecto de Ciudades Rurales que ayer inauguraron el gobierno de Chiapas, organizaciones de la sociedad civil y el gobierno federal.

Unificar en nuevos centros de población a familias en pobreza extrema que viven dispersas permite dotarlas de todos los servicios y posibilidades de desarrollo, en especial para los niños. Este es un oasis en el desierto de políticas públicas.





La dispersión es marginación permanente. Los habitantes de la primera Ciudad Rural, denominada Nuevo Juan de Grijalva, tienen nuevas fuentes de empleo producto de la demanda que significa que un grupo amplio de familias vivan juntas. Además, conservan sus actividades y bienes productivos anteriores.

Pero Ciudades Rurales pudo haber seguido el camino del frustrado proyecto de construcción de un nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, o de la frustrada reforma energética; o del frustrado desarrollo urbano de Tepoztlán. ¿Por qué?


Porque el ambiente festivo del anuncio del Presidente y el gobernador de Chiapas sobre la construcción de este nuevo proyecto, hace poco más de un año, opacaba el descontento de muchas personas.

Ya había un grupo con una manta lista para interrumpir al presidente Calderón en su discurso. Ya había una nueva organización de mujeres con un pliego petitorio. Ya había un grupo de trabajadores inconformes, listos para detener las obras cuando apenas estaban por iniciarse.

¿Se imagina usted el delicioso platillo para la prensa al ver que los propios beneficiarios de un programa social de gobierno se opusieran a éste?

Pero nada sucedió. No se mostraron mantas. No se esgrimieron demandas injustificadas. No paró el trabajo obrero. No hubo protestas y la nueva Ciudad Rural hoy ya está en pie, funcionando con una población entusiasmada con su porvenir.

Los futuros residentes de la nueva Ciudad Rural tenían justificadas dudas sobre el anuncio: ¿Nos van a obligar a vivir aquí? ¿Resiste la vivienda? ¿Me quitarán mi antigua casa? ¿Qué pasará con mis cultivos y el cuidado de mis animales? ¿Nos cobrarán?

Hoy la población está muy entusiasmada con su nueva propuesta de vida porque se lograron disipar las dudas a tiempo y canalizar la energía a la construcción voluntaria de un mejor futuro.

Son precisamente estas dudas y la mala información las que, de no atenderse a tiempo, pueden hacer naufragar un gran proyecto social, incluso antes de que nazca.

¿Qué sucedió? Algo muy simple, pero que pocos gobernantes acostumbran.



Al día siguiente de la visita presidencial, el gobernador y las organizaciones sociales que trabajamos en el proyecto no nos dedicamos a festejar el éxito político y mediático, sino a hablar largo con la gente, a explicar a detalle las ideas y escuchar sus propuestas.

Al día siguiente, se reunió a los beneficiarios de Nuevo Juan de Grijalva para resolver todas sus dudas, y así como Vicente Fernández que en los palenques dice: “Mientras aplaudan yo canto”, se les dijo: “Mientras haya dudas, no nos vamos”.

Ese día se resolvieron las dudas y a partir de ahí, el diálogo no ha cedido hasta el día de hoy y continuará siempre.

Ignorar al “otro” es razón del fracaso de muchos proyectos públicos. Hay que incluir a todos en la realización de los programas, señores gobernantes. Así de simple y así de ausente. Esa es la gran lección de Ciudades Rurales.

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